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No creo en los huertos urbanos

Un huerto urbano suena ideal. Pero la realidad es mucho más compleja. Lea más acá.
Huerto urbano

Tras dos huertos fallidos, mis conclusiones:

  • A no ser que tenga una real vocación agrícola, las perspectivas de éxito a largo plazo en los huertos son bajas.
  • Los artículos sobre el tema dan la impresión de que sembrar su propia comida es facilísimo, pero la verdad es que es un experimento más cercano a clase de biología y no una práctica sostenible.
  • Es ingenuo pensar que con unas macetas y unos cuidados más en línea con las plantas ornamentales logra una cosecha abundante para suplir algo del mercado.
  • Tenga cuidado con gastar más de lo que generará y en el impacto ambiental que puede ser mayor que en la agricultura convencional (según un nuevo estudio).

Mi primer huerto surgió en 2020 en medio de la pandemia viviendo en una finca a las afueras de Bogotá. Como a muchas personas, el encierro y los permisos condicionados para salir a comprar comida me llevaron a explorar con las hortalizas. Hasta entonces solo me había enfocado en plantas ornamentales.

Empecé con lechugas y rábanos que son las verduras de todo buen principiante. Al ver que estas iban por buen camino y que crecían rápidamente, empecé a experimentar con otras hortalizas. Tanta fue mi ilusión que me vi germinando tomates en medio de la cordillera central de Colombia y me hice construir un vivero de 5 por 3 metros que hoy vive en el absoluto abandono.

Ahí empecé a ver lo difícil que era mantener el nivel óptimo de riego, no caer víctima de las plagas (que llegan con un a rapidez impresionante), ser orgánica, sobrevivir una granizada y ni mencionar lograr una producción digna de algo.

Nunca logré cosechar una zanahoria de buen tamaño o que no estuviera absolutamente deforme (salían con tres a cuatro dedos). Mis brócolis fueron cena de unas orugas verdes limón y los dejaba florecer al ver que llegaban abejas. Las babosas le cayeron a las lechugas y hasta a los rábanos se los empezaron a devorar unos gusanos.

Y los tomates, esa ilusión, cayeron presa del mildiu sin siquiera producir frutos maduros.

Así, mi entusiasmo fue mermando y tan pronto volví a vivir en Bogotá confieso que fui relegando mi decisión por la autosostenibilidad. Preferí optar por apoyar agricultores de la zona donde había estado y eventualmente volví a depender del supermercado.

Sin embargo, hace 1 año volví a meterme con los huertos e intenté de implementar uno en mi terraza en Bogotá. Mi único éxito fueron dos plantas de frijoles de las que pude recolectar unas 50 semillas que ahora pacientemente esperan más compañía. 

Las lechugas se dieron mal y además tenían alguna plaga, los apios ni germinaron y las acelgas se quedaron pequeñas.Seguro hice muchas cosas mal, pero la verdad me pareció de nuevo una experiencia compleja e ingenua.

Las lechugas y acelgas las sembré en unos cestos de plástico con base de geotextil y buena mezcla de sustrato. En un curso, me habían recomendado este método pero puede ser que la profundidad de la canasta haya limitado demasiado a las plantas, pero las hojas de estas eran duras (el viento?) y posteriormente se fueron pudriendo.

Los frijoles fueron más tolerantes y terminaron siendo plantas grandes, pero su ritmo de riego fue exigente y con una granizada casi pierden el impulso. Al sacar el resto de una de las plantas encontré la maceta llena de chisas (larvas de cucarrón), lo cuál me sorprendió y aburrió.

Las canastas las saqué, las macetas de los frijoles fueron vaciadas y sembré dos cilantros. Es decir, le bajé las expectativas a mis talentos agrícolas al mínimo.

Veo los videos de jardineros haciendo maravillas en sus huertos y siempre me dan ganas de ser como ellos. Pero creo que es ese tipo de admiración como la que se tiene por quien sabe tocar bien un instrumento o cocinar bien pero que no implica que se vaya hacer nada al respecto. 

Al investigar un poco para esté artículo, me topé con un estudio reciente que irónicamente encontró que los huertos urbanos tienden a tener una mayor huella de carbono, al usar prácticas menos eficientes, que la agricultura convencional.

Esto sucede debido a que el uso de estos huertos es de más corto plazo y que muchos de nosotros gastamos en insumos que no completan su vida útil.

He aceptado que los huertos no son lo mío y seguiré mejor enfocada en las plantas ornamentales que me parecen menos exigentes. Veremos si en algún momento me da por otra huerta.

Si usted decide avanzar con un huerto urbano, le recomiendo leer sobre el humus de lombriz líquido, que es el mejor abono que puede encontrar.

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